Cuando observamos una vela, cuando la encendemos, cuando nos detenemos ante ella sentimos una profunda calma y sosiego. La luz que emite, el olor, la silueta que dibuja sobre la pared son detalles que todas en algún momento hemos apreciado y contemplado.
La danza en general surge como una necesidad para comunicarse a través del cuerpo mediante movimientos y son estos movimientos los que sirvieron para llevar a cabo rituales de acontecimientos importantes como la fecundidad, el nacimiento, cosecha, bodas, defunción...
Toda actividad del hombre era acompañada por un ritual donde la danza estaba presente y participaba toda la comunidad.

Por todos es sabido que las velas simbolizan y representan numerosas situaciones de nuestras vidas. Están presentes en numerosos momentos de nuestro día a día cotidiano: cumpleaños, momentos de descanso y relax, ceremonias para despedir seres queridos...pero no somos conscientes de la importancia que puede adquirir el hecho de encender esas velas desde un lugar de consciencia, desde un lugar de escucha y propósito.
Encendemos una vela, activamos su “llama” sin darnos cuenta que en cada vela en que ponemos nuestra Presencia, nuestra Respiración y nuestro Corazón estamos encendiendo nuestro propio fuego interno.
Es bonito detenerse unos instantes la próxima vez que encendamos una vela, cerrar los ojos y visualizar qué es lo que deseamos “encender” en nosotras, en nuestras vidas. Qué necesitamos que se transforme a través de ese fuego en este momento presente.

Durante el Taller intensivo del domingo 25 de Noviembre 2018 profundizaremos en todos estos aspectos y llevaremos a cabo una pequeña secuencia coreográfica que nos ayude a conectar con nuestro fuego, nuestra llama, nuestras pasiones, nuestros deseos y anhelos.
Que podamos ofrecer esa luz a todos los seres del universo, en todas direcciones y que seamos capaces de ofrecérnosla a nosotras mismas en profunda calma y libertad.
Disociaremos el cuerpo en parte superior (tronco, brazos, manos) e inferior (caderas, piernas, pies). Estaremos conectadas a la tierra por nuestros miembros inferiores y abriremos el corazón hacia el cielo a través de nuestros miembros superiores.
De ese modo el cuerpo humano se vive como un catalizador que conecta Cielo y Tierra / Espíritu y Materia.
Texto Claudia Caldera. Profesora, bailarina y coreógrafa de Danza Mestizaje Oriental. Codirectora del Centro Tara Blanca.
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